7.28.2009

THE END

Recuerdo que mientras limpiábamos la pequeña cocina del departamento alquilado, discutíamos sobre quién de los tres había sido el que había dejado abierta la puerta del refrigerador. No sé por qué nos importó eso en ese momento, cuando prácticamente estaba vacío: sólo un par de latas de cerveza corriente, un trozo de pizza descompuesto y algo de hielo. Carlos -enajenado otra vez- tuvo la mala fortuna de bromear con la tragedia de Carla. Ella, luego de varios días sin dormir, paranoica y aterrada, tomó instintivamente el arma con ambas manos y apuntó firmemente hacia la cabeza de Carlos. “Maldito bastardo: en este momento te acabas, inmundo perdedor”, gritó con la mirada fija y una fría lágrima derramándose a lo largo de su mejilla.
Afuera había parado de llover y -como cada noche- la humedad habitaba implacable sus viscerales existencias.