5.27.2010

STRAIGHT, NO CHASER

Thelonious bebe leche al amparo de la habitación que compartimos. Debe ser por aquello de “las siete vidas” que parece nunca tener prisa, siempre está como relamiendo el minuto anterior, taciturno, tranquilo, equilibrado, muy diferente a lo que siento yo en esta hora de cíclico ocaso. Debe ser por ello que nos llevamos bien. Uno a cada lado de la habitación, en cada extremo del continuo que se desconoce, pero que se intuye a cada momento, en cada gesticulación dual. Esta es una noche especialmente fría. Prometo mañana conseguir una estufa o a lo menos cortinas gruesas u otra frazada para el lecho que compartimos cada noche cuando el cansancio me aturde y olvido las ganas de escapar, de volver a refugiarme en el bosque nativo, entre líquenes y savia acumulada como lágrimas. Thelonious juega con una bola de papel hecha con la última cuenta del agua que llegó hace un par de meses, creo que todavía no intuye mi cuasi ausencia.
Sólo el día anterior es cierto, el mañana sólo es la madeja de lana con la que Thelonious juega esperando mi regreso como cuando espero un nuevo mes para sentir que me pierdo en el rojo fuído que me define. Soy la última kurda en París, soy una pasajera en tránsito en Barajas. Soy Tania y Anais tras cada poro deshidratado por la huella de lo que creí, de lo que amé, de quién creí cierto y amé. De regreso al bar, los demás ya no están y es más cómodo estar en la barra... Absolut doble, seco y directo a la copa, pido sin mediar palabra, sólo con un gesto descifrado perfectamente frente al cristal que me refleja. Esta noche comenzará “la vida siete”, es lo que presagia mi alter ego, mi yo felino.
Sólo el día anterior es cierto, el mañana sólo es la madeja de lana que bebo taciturna, tranquila, equilibrada, sola frente a la barra.